lunes, 3 de agosto de 2009

NO TE APAGUES POR FAVOR

"Fotografía: J. Edgar"

— …¿entonces qué hago Diosito? Sólo quiero ser feliz, ayúdame por favor—. Dice Jose con lágrimas en los ojos.
José está arrodillado en el piso y apoyado en la cama, cuando escucha una voz de ultra tumba que dice:
— J-o-s-e.
— ¿Di-Di-Dios? ¿Eres tú? —pregunta Jose incrédulo.
— J-o-s-e —. Se vuelve a escuchar la misma voz.
— ¿Eres tú, Dios? ¿Respóndeme por favor?
— Así es —se aclara la voz poco a poco—, que pasa hijo mío, ¿por qué estás tan triste?
— Es que tengo una pena en el corazón y…
— ¡Otra vez con eso! Son once meses que me llamas para lo mismo.
— Lo siento, es que quiero ser feliz pero…
— Ya habíamos hablado de esto ¿no?— dice Dios
— Sí, pero…
— Entonces no molestes pues hijo, no eres el único que Ora, tengo que atender cien mil niños irakíes que se han quedado sin padres, y tú me vienes con esa vaina, no pues, no hay forma.
— Lo siento diosito no volveré a llamarte por tonterías.
— Claro pues hijo, no te puedes pasar la vida quejándote de lo mismo, ya cambia de tema, me aburre leer tus cartas.
— Lo siento Diosito —José comienza a llorar porque se da cuenta que hasta a Dios le parecen estúpidos estos problemas —, no te quito más tiempo Diosito, anda ya que te están esperando.
Dios estaba a punto de irse cuando una especie de remordimiento divino invade su corazón y…
— Jose, espera hijo. Lo siento.
— ¿Ah?
— Es que tú tienes la culpa pues, todos los días es lo mismo, pero mira acabo de recordar que hay una chica que está disponible ¿la quieres?
— No sé ¿cómo es?
— A ver: es de talla media, El cabello castaño oscuro y tiene un peinado… — Dios hace una pausa tratando de buscar un adjetivo apropiado—. a ver cómo te digo... es indescript…
— ¿Liz Paola?
— Si, es ella, ¿cómo lo supiste?
— Una corazonada — dice jose —, pero Diosito de verdad crees que ella….
— ¡Hay! no te hagas, bien que llorabas como una niña por ella en el coleg...
— ¡Eh! ¡eh! ¡eh! ya pues, alguien te puede escuchar.
— Ahora dime rápido, que hay otro chico que también está interesado en ella, creo que le dicen Edu.
— Ah, sí, ella lo quiso mucho, supe que estaba muy enamorada de él, pero es un patán, el no le haría feliz.
— Como sea, dime ¿te parece bien?
— Yo feliz pero no creo que ella…
— Vamos hombre, ella te ah querido siempre.
— ¿Estás seguro?
— Pero por supuesto, solamente que tú eras un poco… tu sabes… este...
— ¿Estúpido?
— Bueno en teoría...
— ¡Dilo!
— ¡Ya bueno, eras muy estúpido! —dice Dios precipitadamente—. Pero ella te ah querido José.
— Yo también la quiero, siempre la voy a recordar con cariño, pero ya no le intereso Diosito y la verdad eh perdido todo contacto con ella, ya ni chateamos, ni siquiera debe pensar en mí
— ¡Oye! ¿Con quién estás hablando?
— Con Dios.
— Ya pues, yo puedo hacer milagros ¿no? — dice Dios orgulloso
— Eh,… yo…
— — ¡ah! ¿no me crees? —reta a José —, abre tu Messenger.
— ¿Qué?
— ¡Que abras tu Messenger eh dicho!
— Ya, ya, Ya está.
— Un rato… Espera: 5, 4, 3, 2, 1 — un mensaje en la pantalla: P@ito acaba de iniciar cesión—. Te dije o no te dije.
— Sí, pero no me va hablar. La conozco bien —José se queda viendo la pantalla —. ¿Dios, y que va a pasar cuando me hable?, ¿Diosito?, ¿ya te has ido?
“Eres una bestia” piensa dios mientras se marcha en silencio.
No pasa ni un minuto cuando:

P@ito dice:
Hola Jose.
J. Edgar dice:
Hola Paola, como estás.
.
.
.

Entonces es cierto: Esa llama no se ha apagado aún; se ah mantenido siempre allí, donde estaba, donde siempre estará, como una promesa hecha para no romperse nunca y que nos recuerda que aún podemos ser felices. Eres una velita, eso sé; una velita encendida en lo profundo de una oscuridad cavernosa que me rodeaba, no sé más, no veo más, solo una velita; y por ese instinto de supervivencia que me ah mantenido vivo hasta hoy, me dirijo a ti, la velita; el camino es un poco largo y accidentado, pero no lo dudo ni un momento, es lo único que tengo o que me queda o que dios puso ahí, entonces no me queda otra cosa que ir hacia ti. Parece, con cada paso que doy, que hago inquilino a un sentimiento distinto en mi interior, ahora es un conjunto de sentimientos cada vez más profundos; entre todo eso, logro reconocer un poco de angustia y miedo. ¿Acaso te apagarás velita? mientras camino, repito varias veces: No te apagues por favor.
J. Edgar