miércoles, 8 de diciembre de 2010

Angel de la guarda.

Para mi Suz

No creo que sea tu signo mi querida Libra.

fuimos creados aire para volar cual marihuanos.

Para volar mi imaginación y tu intuición aguda,

Para verte con los ojos cerrados, imaginarte sin censura

Y Tú Intuición para llamarme y así contarte, sobre alguna puta.

Llegaste de madrugada, dice tu genial prosa,

Mientras me cuentas sobre un conejo travieso, tu nueva mascota.

Que has dejado tus demonios atrás, esos que no eran tuyos.

Que tenían forma de hombre fuerte, grande y que sólo era un gran idiota.

Te escucho dormir por el teléfono.

Las cuatro de la madrugara no es una buena hora para hablar,

Quién quiere hablar por teléfono si puedo verte en mis sueños,

Sé que te veré, y enternezco. Descansa ángel, descansa,

Guarda tu teléfono, guárdala. Mi ángel. Mi ángel de la guarda.

sábado, 4 de diciembre de 2010

EL AMOR Según J. Edgar

Existen muchas clases de amor; está el amor que se siente por los padres, el amor hacia un hijo o a un hermano, el amor por un amante, el amor verdadero, ese que se siente por una persona y que suele durar toda la vida; y también está el amor perfecto, y cuando digo perfecto, es porque en realidad es perfecto, no es muy fácil de encontrar, se escabulle y te sorprende el día menos pensado.

Era una mañana nublada de noviembre, mi amigo y yo paseábamos por el parque de la exposición hablando de cine y planeando, como siempre, un corto o un documental; decidimos que era muy temprano para irnos a nuestras casas e hicimos algo que no habíamos hecho nunca. Habíamos pasado millones de veces por aquél lugar, pero por primera vez íbamos a entrar al Museo de Arte de Lima.

Entramos y nos recibió un ambiente lleno de cuadros y esculturas; unas más “originales” que otras. En el lugar no había mucha gente, sólo un par de parejas que, abrasados, iban caminando lento, apreciando lo que ya habíamos apreciado, mi amigo y yo. Más al fondo estaba la primera sala, era un recinto oscuro con pantallas LCD’s en las paredes, donde pasaban una y otra vez fragmentos de videos, aburridos para cualquiera, pero para mi amigo y para mí, interesantísimos; nos quedamos ensimismados, paralizados, absortos por tales creaciones, creaciones que por cierto en su mayoría eran europeas.

En la misma sala había un cuarto de unos tres metros de ancho, seis de largo y unos escasos dos metros de alto; del que salía un sonido aterrador, parecía el lamento de un hombre; al costado de la puerta de dicho cuarto, estaba escrito en letras grandes el título del video, la reseña, el nombre autor, y un poco más abajo: “Solo para mayores de 18 años, abstenerse las personas con problemas cardiacas o muy sensibles”; Lo cual llamó poderosamente mi atención y elevó un poco más mi excitación, pensé que tal vez encontraríamos un video “snuff” (videos de sacrificios humanos reales); mi amigo y yo entramos al recinto oscuro al igual que una señora y su hija, un par de parejas y un grupo de personas más; el encargado nos notificó nuevamente que el video era exclusivamente para mayores de edad, luego de cerciorarse que todos contábamos con dicho requisito, comenzó el video. Mi corazón se aceleró. En el video se veía, a lo lejos, a una chica completamente desnuda que estaba girando un aro por su cintura, como suelen hacer todas las niñas pequeñas; “esto no es nada aterrador, más bien es pornográfico” pensé levantando una ceja en un ademán de insatisfacción; la cámara hace un acercamiento lento al ombligo de la mujer, hasta encuadrar desde su sexo, hasta la boca de su estomago, comprendí entonces por qué era sólo para mayores de edad; El aro no era un simple aro, de cerca se podía ver con más claridad: Eran alambres de púas en forma de un aro; la chica se estaba mutilando la cintura y desgarrándose la piel viva con cada giro que le daba a los alambres. Fruncí el seño con una media sonrisa de complacencia.

El video acabó. Yo me quedé viendo la tela donde ahora estaban pasando los créditos, repaso en mi mente la imagen de esa mujer y trato de reconocer el impacto psicológico que ha causado en mí, me quedé ahí parado y maravillado con tamaña expresión artística; toda la gente ya había salido, incluso mi amigo, veo a mi alrededor para cerciorarme que estaba sólo y salir también y ¡JODER! No estaba sólo, a mi costado, a unos cuantos pasos estaba algo que me costaba creer que estuviera ahí, era una mujer que también estaba ensimismada y maravillada por lo que acabábamos de ver; la escasa luz que producían los créditos me permitió adivinar su edad; de unos veinte años, esa chica o en realidad era bonita, o la escasa luz estaba a su favor: era muy guapa; de pronto lo que me producía incredulidad y asombro ya no era el video, ahora era esa mujer que acababa de descubrir junto a mí, me quedé admirándola por una millón de horas, bueno, en tiempo real habría pasado unos cinco segundos; pero imagínense ver, con la boca abierta y por cinco segundos, a una alguien completamente desconocido, que está contigo en un cuarto oscuro, los dos solos y a un par de pasos de distancia, ¿se lo imaginan?

Luego de esos segundos, creo que se percató que alguien había clavado la vista en ella y, sin expresión alguna, me dedicó una breve mirada antes de salir del cuarto. Yo aún tenía la boca un poco abierta.

Afuera, mi amigo me estaba esperando.

—¡WOW! —dice—. Ese video sí estuvo fantástico.

—Fantástico definitivamente —le contesto—, pero si sólo has visto eso, entonces estás ciego.

Mi amigo dirige la mirada justo donde yo estaba mirando, y los dos vimos eso que esperábamos ver en aquel lugar: Arte; de más o menos un metro sesenta y cinco de alto, cabello lacio, blanca, los brazos cruzados, senos medianos, cintura estrecha, una mirada calculadora, un bolso que le colgaba de un hombro y un trasero bonito. Se movía en cámara lenta, y lo mejor era que no estaba acompañada de nadie ¿o sí?, paseé un momento la vista por los alrededores buscando algún enamorado celoso, pero no había nadie; estaba completamente sola, todos estaban con pareja o familiares o amigos (como yo), pero ella estaba sola de verdad, de pronto odié haber venido con mi amigo, nada personal, pero es que sentía que también debía estar solo en ese momento.

De alguna manera me las arreglé para que mi amigo viera el resto de lo que había en exhibición sin mí, yo por mi parte había entrado a la segunda sala, ésta era más grande que la primera y consistía en dos ambientes. En el primer ambiente había un cuarto en el centro; donde se estaba proyectando, en enormes telas blancas, dos videos sin sonido; en el segundo ambiente, un enorme cubo pendía del techo y en sus cuatro lados, que daban directamente a las paredes, se proyectaban cuatro videos más; yo decidí entrar primero al cuarto donde se proyectaban los dos primeros videos. Ese nuevo corto era de un Irlandés, que había grabado, en un cementerio de autos, a una grúa que sostenía un electroimán gigante y que trasladaba de un lado a otro varios fierros retorcidos que antes habían sido piezas de autos. Aburrido e interesante.

Cuando acabó el video me paré de la banca donde estaba sentado y entré al segundo ambiente y ahí estaba ella, mi desconocida, sentada con las piernas cruzadas, atenta a un video que se estaba proyectando en el cubo flotante, yo escogí el video que estaba justo al otro lado del cubo de donde ella estaba y me senté también, ahora éramos los dos solos en un ambiente grande y abrumador. Decidido a concentrarme, alzo la vista para ver las imágenes que estaba pasando por mi lado del cubo, pero ¿quién podía concentrarse ahora en el cine, cuando estaba ahí una rama totalmente desconocida y nueva del arte moderno y juvenil, con sus balerinas quietas y con los ojos atentos a un video (para la mayoría de las personas) aburrido? Esta vez no puedo decir exactamente cuánto tiempo la estuve viendo; pero el que haya sido, era poco. Luego pensé que si me pescaba mientras la miraba atentamente iba asustarla, tal vez pensaría que soy violador o alguna especie de psicópata; entonces decidí no verla y hacer un esfuerzo sobre humano para concentrarme en el video que había elegido.

No me acuerdo de qué iba ese corto, porque lo que más recuerdo, es que cuando acabé de ver lo que estaba viendo, bajo la mirada, y esa misteriosa y hermosa chica estaba con los ojos clavados en mí; parpadeé para eliminar toda posibilidad espejismo, pero no era una ilusión, ella en realidad me estaba viendo; entonces decido verla también; estaba totalmente apartado de la realidad, era la chica más bonita de la tierra ¡y estaba viéndome a mí!

El miramiento duró unos cuatro “años amor” o sea unos cuatro segundos, hasta que se paró de donde estaba sentada; nunca esbozó ni una sonrisa, ni un gesto, ni nada; ahí, cuando nuestras miradas se cruzaron por segunda vez, comprendí que estaba perdidamente enamorado de una belleza desconocida.

Luego de ver toda la colección de videos, que por cierto eran fantásticos, salgo de donde estaba y entro a la tercera y última sala, creo que estaba resignado a perderle el rastro a mi desconocida, que había desaparecido misteriosamente.

La tercera sala era la más pequeña de todas y solo se proyectaban tres videos, escogí el que parecía más aburrido, el que estaba al otro extremo, pasando por las dos restantes pantallas gigantes; me senté en una banca larga para tres personas y está vez yo era el único en esa sala oscura y aterradora, ¡era genial!

El video comienza y un momento después el eco de unos pasos me hacen ver curioso al otro lado de la sala, por la puerta; el sonido le pertenecía a mi bella desconocida, ella estaba ahí, estudiando los videos. ¡Dios, estaba hermosa!

Luego de quedarse quieta por un momento, y contra toda probabilidad, cruzó la sala entera y se sentó a mi lado, el corazón comenzó a golpearme el pecho con más fuerza, mis glándulas sudoríparas estaban soltando el mejor aroma de mis feromonas, mi espalda ensayaba su mejor postura, mis dedos tronaban, mis rodillas temblaban, mi razón estaba preso en Larco Herrera y los dedos de mis pies estaban ovillados como fetos; DEMONIOS, sentarse justo a mi lado era un: “Tómame Tonny , ¡¡TÓMAME!!”

Cualquiera en mi posición habría iniciado una conversación con ella y después la habría ametrallado con un montón de preguntas: ¿Quieres ir al cine? ¿Quieres ir a tomar un café? ¿Cuál es tu nombre? ¿Te gustaría ser la madre de mis hijos? Pero por alguna razón no hice eso, solo me quedé sentado los veinte minutos que duró el video en absoluto silencio. Cuando comenzó a proyectarse los créditos, sentí que era momento de preguntarle su nombre, pero mis labios no lograba articular ni una palabra; de reojo vi a la desconocida que paseaba la vista por el suelo hasta llegar a mis zapatos, luego me mira el rostro y después mira a la pantalla nuevamente, donde estaban pasando los créditos, ¿Qué ser humano, en uso consciente de sus facultades, se queda viendo los créditos por cinco minutos? ¿Más aún cuando parecen ser nombres rusos y con una tipografía totalmente desconocida?; eso me hiso estar seguro de que ella había visto algo en mí que le resultaba ¿acaso simpático? “¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡PREGUNTALE SU MALDITO NOMBRE!!!!!!!!!” Gritaban en mi cerebro, pero no podía, no quería, no podía, no sentía que era lo correcto, ¿mencioné que no podía? “¡¡¡¡¡¡¡Esta es la última SALA!!!!!!!” Me recordaba a mí mismo. Cerré los ojos por dos segundos para tomar valor y cuando los abrí decidido a casarme con esa desconocida, vi que ella ya se marchaba lento, me quedé viendo la silueta de su escultural cuerpo mientras se alejaba, salió de la sala justo cuando una pareja entraba y se sentaban al frente de la primera pantalla, yo estaba viendo la puerta por donde había salido mi desconocida.

Cuando recobré la razón, me di cuenta que ella probablemente ya se habría ido del museo, enseguida corrí hacia la segunda sala en busca de mi amigo y a jalones logré convencerle de que era hora de irnos.

—Tenemos que encontrarla digo —mientras la recepcionista nos da la despedida con una gran sonrisa.

Caminamos y no había rastro de ella, nos separamos para buscarla, nada; corrí sin rumbo y, asustado de no volver a verla nunca más, la busqué, Nada; “piensa, piensa, piensa” susurré “si yo fuera una desconocida muy guapa, ¿por dónde me iría?” Caminé y troté, troté y caminé, estiré el cuello como un suricato para ver mejor, pero nada, no había rastro de mi desconocida.

—Tanta cosa por una mujer bonita —me dice mi amigo y señala con la mano—, mira, ahí hay otra chica más bonita.

—Es que no se trata de sólo una chica bonita —digo reprochando su comentario—, ¿te has preguntado cuantas chicas hay que sienten tanto amor por el arte audiovisual? ¿Acaso no lo entiendes?, esto es mil veces mejor que ver a una mujer guapa en una biblioteca.

—Tienes Razón —dice.

—Claro que la tengo; además está el hecho de que, no solo miraba los videos y los cuadros, sino que los comprendía y los apreciaba con pasión, justo como yo; sin mencionar que me miraba con el mismo interés que yo la veía a ella.

Luego de contarle los pormenores de mi estadía en el museo, y de lamentar mi cobardía o lo que haya sido, que me hiso quedar paralizado sin poder pronunciar media palabra, nos despedimos y nos marchamos. En el camino aun seguí buscándola, nada.

Ya más calmado, ahora que estoy en mi casa y después de un buen baño con agua fría, pienso que eso es el amor perfecto, un instante en el que compartes algo, un mismo interés o una misma pasión. He clasificado ese encuentro, con mi bella desconocida, como “perfecto”, porque nos vimos, nos gustamos, nos amamos, amamos el cine, y porque fue el momento ideal más bonito e intenso que he tenido. Estoy seguro que la magia de ese encuentro, bonito y casual, vivirá en nuestras mentes el resto de nuestras vidas, y quizás tenía que ser así, porque tal vez su nombre no haya podido describir la belleza de esa mujer, o tal vez el tono de su voz no iba a ser digno de tal belleza o viceversa; tal vez al descubrirnos más, en una utópica primera cita, nos hubiéramos terminado rechazando. Aun que haya sido un amor efímero, también ha sido un amor perfecto, porque no acabó mal y porque fue reciproco.

Si por esas travesuras del destino algún día lees esto, mi bella desconocida, escríbeme; porque odio la perfección. ¿Quisieras ir a tomar un café conmigo?

J. Edgar