Un día de estos, al despertar, después de apagar la
alarma del celular y revisar el Facebook, me enteraré que la tercera guerra mundial ha comenzado en tan sólo una noche, que EE.UU atacó a Corea
del Norte, y que éste a su vez ha respondido con ataques a blancos norteamericanos en todo el Continente Asiático y sobre todo en Corea del Sur; que Japón —que fue alcanzado
por los misiles coreanos— entrará a la guerra y querrá matar a muchos norcoreanos, pero se
topará con que China y Rusia se han aliado con al país comunista, entonces éste
se aliará con EE.UU, Corea del Sur y (probablemente) con la OTAN; que Irán y Siria, aprovechando que
el Gigante Norteamericano está ocupado en la Península Coreana, atacó fuertemente a Israel; que Israel es fuerte y se defendió sin problemas; que el resto de países árabes se unieron a Siria e Irán; que Israel piensa usar sus 200 bombas nucleares clandestinas (no declaradas a la ONU) para arrasar con todo el Medio Oriente y parte del África; que Argentina aprovechó la ocasión para recuperar, por la
fuerza, las Islas Malvinas; que Chile traicionó —una vez más— a Sudamérica y
apoyó los intereses coloniales de Inglaterra; que aquello molestó tanto a la Argentina
que declaró la guerra a la franja traidora; que Bolivia no desaprovechó la oportunidad para pelear por su salida al mar; que Perú se cobró una vieja revancha y degolló sin compasión a muchos chilenos; que Ecuador apoyó a Chile y le declaró la guerra al Perú; y que Colombia y
Venezuela —para no desentonar con el resto del mundo— entrarán en guerra también.
Luego
de pensar un poco en esas apocalípticas noticias —estando consciente de que, en
pocos días, el mundo será golpeado por tantas bombas atómicas que simplemente
nos extinguiremos—, bostezaré, dejaré el móvil a un costado de la cama, me
cubriré nuevamente con la frazada, y mientras me volteo, para seguir durmiendo,
murmuraré: a la mierda con todo, es las 5 de la madrugada.
Creo que es necesario que cambie la hora de mi alarma si quiero reaccionar como debería (si ese fuese el caso).
J.
Edgar
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