jueves, 10 de marzo de 2011

Cien años de ti, ojalá

Mientras más escribo y leo lo que escribo, me doy cuenta que no sé escribir; y que para siquiera pensar considerarme un seudo escritor, me falta muchísimo. Hoy Leí cada cuento y cada carta que escribí y que archivé en un cuaderno, hojas sueltas y uno que otro correo electrónico; y a pesar que he mostrado un atisbo de cierta evolución literaria, recordé que me gusta más lo que te escribía o lo que escribía pensando en ti. Después de eso “inspirarme” resultaba trabajoso, los papeles arrugados y las hojas en blanco eran muy frecuentes en mi frustrado intento por crear algo bonito; era un contraste maldito entre la naturalidad con qué fluían palabras y las horas sentado en mi escritorio mirando impotente el lápiz y el cuaderno vacio. Entre el pasado y el presente. Es que cuando se trata de ti, el término “esfuerzo literario” es un contrasentido en todo su esplendor, una falacia exquisita, porque el único esfuerzo que supone escribir sobre nosotros juntos, es levantar el lápiz; lo demás es respirar. Podía pasarme horas pensando en ti y sólo me tomaría veinte minutos escribirte el mejor de mis cuentos; después, quizás como García Márquez, trataría de imitar mi obra maestra, sin conseguirlo nunca.


J. Edgar

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